24 mayo, 2005

Plaça d'Artós por la mañana

Siempre que paso por esa zona de Sarrià me parece que se ha congelado el tiempo, y me siento como una niña que se ha de portar bien.
El domingo por la mañana desayuné en la plaza, estaba casi desierta. Compré El país y vi que casi todas las montañas de periódicos estaban por la mitad menos ése e imaginé a los habitantes del barrio votando.
El chico del kiosko estaba muy despierto y hablaba con un cliente de lo poco que la gente estudia francés y de lo mucho que se habla el chino en el mundo, bromeaban de lo raro que se hacía ver el Astérix que regalaba el periódico en español.
Yo iba a decir que yo también estudié francés, que también prefiero Astérix en francés, que no me gusta lo mismo traducido, que igual no importa tanto la cantidad de personas que hablan un idioma y buf me costó callarme porque en pocos quioscos de Barcelona una puede decir esas cosas sin sentirse pedante.
Disfruté de mi café en la plaza, con el periódico, mientras viajaba en ese túnel del tiempo hacia esos tiempos en que estudiar francés y querer saber cosas no era sinónimo de rareza. No volví a este siglo hasta la hora de comer. Fuimos a un restaurante libanés, el Beirut, en la calle Sant Joan Bosco; sólo abre por las noches y en fin de semana, pero es agradable, no es caro y tenía en la carta de vinos, vino libanés. No es que fuera un gran vino pero tras el primer tacto áspero dejaba buen sabor.
Fue un buen cambio de barrio, sin duda.

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